Es imposible pensar que podemos escalar mañana mismo el Mont
Blanc. O que seremos capaces de crear una multinacional en un mes. No existe la
ganancia sin el esfuerzo correcto empleado sabiamente. Como el picapedrero que
a base de golpes convierte la roca en piezas pequeñas. Ese es el camino.
El problema es que solemos querer todo ya. No se valora el
cambio progresivo. Nos sobreviene el desánimo y vuelven las dudas. Nos
esforzamos, perseguimos nuestros sueños y nada ocurre. Lo que no vemos son los
pequeños cambios, inapreciables, que sí se van produciendo.
El ideal es aplicar la filosofía del picapedrero, o del corredor
que entrena seis días a la semana, dos horas al día, y acaba terminando una
maratón. Esa filosofía es la que hay que aplicar en todas las facetas de la
vida. En casa. En el trabajo. El día a día es el entrenamiento, la preparación.
El maratón llegará solo.
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