El secreto de
correr no está en las piernas ni en la capacidad pulmonar. No está en cuánto
estiremos ni en cuántas cuestas hagamos para fortalecer las piernas. El secreto está en la fuerza de voluntad para
salir a correr cuando llueve, cuando hace frío, cuando hace calor. El secreto
está en renunciar a horas de sueño o a las siempre tramposas horas de sofá y
televisión.
Cuando se
convierte en un hábito, correr es como una droga dura. No el hecho de competir,
sino el hecho de “darle caña al cuerpo”. Ponerlo al límite. Correr, nadar,
bicicleta. Deportes en su mayoría individuales en los que la única compañía es
nuestra mente. Ponerla a prueba y poner a prueba nuestro cuerpo es lo que provoca
una sensación de sufrimiento extraña. Porque queremos repetir. Queremos más. De
ahí que comiences corriendo veinte minutos y al cabo de meses, años, estés
acabando un maratón, un ultra. Y no como objetivo, simplemente por el placer de
correr.
No hay comentarios:
Publicar un comentario